Conformando una de las grandes potencias de Europa Occidental durante el segundo periodo de la época medieval, conocido como Baja Edad Media, el Sacro Imperio Romano Germánico, extendió su dominio por gran parte del territorio europeo, con la idea de reemplazar al antiguo Imperio Romano Occidental, pero más bien hizo renacer la unidad cristiana.
Cómo se originó el Sacro Imperio Romano Germánico
El Sacro Imperio Romano Germánico, germinó con el inicio de la desintegración del Imperio Carolingio.
De esta manera, tras la muerte del emperador Carlomagno, le sucede su hijo Luis I el Piadoso, conocido también como Ludovico Pío, quien enfrentando la constante amenaza de las invasiones de normandos, húngaros y eslavos, no fue capaz de controlar, ni a la nobleza dominante, ni el conflicto permanente entre sus cuatro hijos.
Para el año 843, luego de la muerte de Ludovico, sus tres hijos sobrevivientes, firmaron el Tratado de Verdún, en el cual se dividieron el Imperio Carolingio en tres partes:
- Francia Oriental, gobernada por Luis el Germánico, la cual luego se convertiría en Alemania.
- Francia Occidental, reinada por Carlos el Calvo, que posteriormente formaría el reino de Francia.
- Francia Media, estando presidida por Lotario, abarcaba desde los Países Bajos hasta el norte de Italia, constituyendo la fuente del incesante conflicto entre sus dos hermanos.
Con el correr del tiempo, la nobleza alemana fundó el Reino Germánico en el territorio de Francia Oriental, nombrando como nuevo monarca a Enrique I de Sajonia, quien a su muerte dejó como sucesor a su hijo Otón I, mejor conocido como El Grande.
Las extraordinarias conquistas y la victoria contra los húngaros de Otón I, le hicieron ganar prestigio, siendo nombrado por el papa como sagrado emperador, en el año 962.
A partir de ese momento, Otón I fundó el Sacro Imperio Romano Germánico, el cual se caracterizó por ser una unidad político-religiosa bajo la autoridad de un emperador, ocasionalmente coronado en Roma.
En este sentido, el papa mantenía la tesis que el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico era el brazo armado de la iglesia, un servidor del sumo pontífice y el verdadero líder de la cristiandad.
Qué territorio abarcaba el Sacro Imperio Romano Germánico
Territorialmente, el Sacro Imperio Romano Germánico limitaba por el norte con Dinamarca, el mar Báltico y el mar del Norte, por el sur con Hungría, la República de Venecia, los Estados Pontificios y el mar de Liguria, por el este con Polonia, y por el oeste con Francia.
Además, en los distintos momentos de su historia, el Sacro Imperio Romano Germánico abarcó los actuales estados de Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Liechtenstein, Eslovenia, República Checa, Eslovaquia, Suiza, Mónaco y partes de Alemania, Italia, Croacia, Bélgica, Francia y Polonia, pero nunca llegó a superar la densidad territorial de la cultura romana.
Cabe destacar, que el emperador Otón I para poder ampliar su dominio geográfico, adicionalmente a las acciones militares, se apoyó con la intervención de la iglesia, fundando templos y conventos en las regiones conquistadas.
Cuáles fueron las dinastías del Sacro Imperio Romano Germánico
Teóricamente, el Sacro Imperio Romano Germánico era una monarquía electiva, en la cual el rey era escogido por un grupo electoral de siete personas, integrado por los arzobispos de Maguncia, Tréveris, Colonia, y el Duque de Sajonia, el Conde Palatino del Rin, el Margrave de Brandemburgo y el rey de Bohemia.
Conforme a ello, el Sacro Imperio Romano Germánico tendió a hacerse propiedad de un determinado grupo selecto de familias, las cuales dominaron en las siguientes dinastías:
SAJONA.
Siendo una familia noble alemana con descendencia directa de los francos y de Carlomagno, fue la primera dinastía del Sacro Imperio Romano Germánico, de esta manera, bajo el mando de estos gobernantes se logró la unificación de los señoríos, aunque la proyectada restauración del Imperio Romano fracasó en el mando de Otón III.
SALIA.
Esta dinastía comenzó cuando el bisnieto de Otón I, Conrado II, se hizo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, extendiéndose en sus descendientes, Enrique III el Negro, Enrique IV, y Enrique V, quienes establecieron el territorio como la mayor potencia europea, logrando desarrollar una estructura administrativa, basada en el ascenso de una clase social de funcionarios públicos que solamente respondían a la corona.
HOHENSTAUFEN.
Conocidos como gibelinos, fue un grupo monárquico originario de la región de Suabia, el cual alcanzó prestigio en el momento que algunos de sus miembros se convirtieron en emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, no obstante, destacó su enfrentamiento con la Iglesia Romana con el fin de consolidar el poder del imperio.
HABSBURGO.
Fue la dinastía más influyente, y una vez el imperio se redujo al territorio de Alemania, casi todo los emperadores elegidos pertenecieron a esta casta hasta 1806, cuando el Sacro Imperio Romano Germánico desapareció.
La caída del Sacro Imperio Romano Germánico.
Desde 1555 la unidad del Sacro Imperio Romano Germánico quedó debilitada con en el acuerdo por la Paz de Augsburgo, el cual le otorgaba la libertad a cada ciudad de escoger entre el catolicismo y el luteranismo.
Igualmente, con el tratado de Paz de Westfalia, en 1648, el imperio perdió la soberanía sobre los estados dominados, convirtiendo a Francia en la primera potencia de Europa.
Por otra parte el Sacro Imperio Romano Germánico se vio abatido por el surgimiento de Prusia y la creación de la Confederación del Rin como el primer imperio francés creado por Napoleón Bonaparte, así como también por la guerra de sucesión austriaca, desatada por las rivalidades por los derechos de herencia, tras la muerte del emperador Carlos VI.
No obstante, el imperio en su etapa final, simplemente sirvió como un instrumento para las pretensiones imperiales de la casta de los Habsburgo, hasta su abolición en 1806, cuando el último emperador Francisco II, fue derrotado militarmente por el ejército francés de Napoleón Bonaparte.
Para cerrar, se puede concluir que el Sacro Imperio Romano Germánico trató de ser la sucesión del Imperio Romano, restableciendo un periodo de emperadores nombrados y apoyados por la Iglesia de Roma, sin embargo, realmente constituyó el inicio de la formación de las naciones modernas europeas.
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